martes, 1 de mayo de 2012

Judas Iscariote, en "El juguete rabioso"


Como es usual en la narrativa de Roberto Arlt, esta novela exhibe una pasarela de personajes marginales, raros, outsiders o fìsicamente deformes (el rengo del último capítulo, el homosexual del tercer capítulo, el jorobadito de su libro de cuentos). El capítulo se abre con un nombre, Judas Iscariote, el apóstol traidor que según los textos canónicos revela al Consejo de Sabios del antiguo Israel el sitio donde podrían capturar a Jesús. Este paratexto anticipa el rol que ocupará Silvio Drodman Astier, corredor de papel a comisión, al final de la novela: delatar al rengo, un delincuente que había confiado en él para materializar el robo al ingeniero Arsenio Vitri.
Con este acto, Astier desciende al último peldaño de la infamia, de la canallada, pues los motivos para delatarlo no se fundan en el respeto a la ley –que ya había infringido muchas veces, antes– sino en destruir a una persona más débil que él mismo, por no poder desviar su furia de “juguete rabioso” a otro ser de más poder (los “burgueses” a los que en algunas oportunidades se refiere con desprecio). Silvio se propone “destruir la vida del hombre más noble que conozco” (142) y no se considera un perverso, sino “un curioso de esta fuerza enorme que está en mí” (152). ¿A qué fuerza alude Astier? Más que referirse a un “mal intrínseco” a la naturaleza humana (en el sentido hobbesiano) considero que se refiere al “mal social”. Astier es un juguete manipulado por los hilos de una sociedad que lo margina. En el tercer capítulo, tras su experiencia de aprendiz frustrado  para mecánico de aviación en la Escuela Militar, el coronel le ofrece el siguiente motivo de expulsión: “Vea, amigo, el capitán Márquez me habló de usted. Aquí no necesitamos personas inteligentes, sino brutos para el trabajo” (97). En una sociedad regida por el dedazo y el clientelismo, donde los puestos de trabajo se ocupan según los contactos del postulante con los superiores, donde la inteligencia no se considera un valor, donde, en el sentido marxista, el individuo sólo cuenta con su “fuerza de trabajo” pero aun así quienes detentan el poder (económico, jerárquico) no pierden oportunidad de explotar esta fuerza, el outsider hará lo posible para conspirar contra ese sistema. Así se entiende –aunque no se justifique– que de niño, junto con sus amigos Lucio y Enrique, Silvio fuera un “ladrón de escuela”, que incendie la librería de Don Gaetano donde trabajaba como dependiente, mal pagado y viviendo en un “cuchitril” o que delate a su compañero cuando ya todo sentido de solidaridad o unión con otro ser humano se encuentra disuelto.
El juguete rabioso es una suerte de picaresca urbana donde Astier, “mozo de varios amos”, termina traicionando a sus patrones y huyendo para cumplir el principio de Lucio, “la struggle for life” (118-120) la lucha por la vida a costa de destruir a los otros para hacerse un sitio en la sociedad. Además, esta novela muestra el fracaso de los sueños de ascenso. Al igual que los oficinistas en la obra teatral “La isla desierta” sueñan unas vacaciones paradisíacas que nunca se concretan, Silvio Astier había soñado ser un bandido grande como Rocambole (personaje de folletín, creado por el francés Victor-Alexis Ponson du Terrail) y un poeta genial como Baudelaire. También soñaba poder ofrecer un buen pasar a su madre y a su hermana Lila (aquí Silvio Astier fracasa en su rol de proveedor familiar al igual que Gregorio Samsa, el protagonista de La metamorfosis kafkiana).
Por otra parte, la obra de Roberto Arlt presenta afinidades temáticas con la vanguardia conocida como Grupo de Boedo, especialmente con el estilo de sus integrantes Elías Castelnuovo y Nicolás Olivari. No obstante, a nivel personal sí mantuvo vínculos con los escritores del Grupo de Florida. Por ejemplo, la revista Proa tenía interés en publicar El juguete rabioso, pero por motivos económicos finalmente no pudo solventar la edición.
Por último, es necesario destacar que esta novela resulta un documento valioso que atestiguar el habla de la época, “la expresión inmigrante”, los dialectos surgidos al contacto con las nuevas oleadas humanas: el vesre, lunfardo, cocoliche, la fonética del andaluz, entre otros. ¨

Marisa Martínez Pérsico

No hay comentarios:

Publicar un comentario